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Todavía recuerdo la emoción con la que entré a mi primera clase de percusión. El profesor, sonriente, me saludó. Nos presentamos y me senté en una silla delante de un instrumento al que yo, por aquel entonces, llamaba tambor. Y mientras él tomaba mis datos, yo observaba con ilusión aquellos "monstruos" que serían mis futuros instrumentos. 

Fue en ese momento cuando descubrí que lo que yo conocía por "tambor", en el mundo de la percusión se conoce como "caja". Que los timbales son gigantes de enormes parches que, sensibles a la tensión, pueden cambiar de nota. Y que existía algo muchísimo más grande que los xilófonos que habíamos visto en el colegio: la marimba. 

Pero los años pasaban y la percusión no dejaba de sorprenderme. Descubrí que la caja tiene armónicos y que, detrás de un golpe simple, se esconden un full, un down, un up o un tap. Que el redoble puede ser abierto o cerrado. Que existen distintas formas de tocar la pandereta y que, con cuatro baquetas, la marimba y el vibráfono no tienen límites.

Desde entonces, con la percusión se abrió ante mí un mundo infinito y apasionante. Porque cada vez que estoy o sueño con ella, siento la misma ilusión que el primer día y, entonces, soy consciente de que la aventura sólo acaba de empezar :) 







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